Action in acción!MAD 08
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Madrid 27/11/08
Sala OffLimits
C/ Escuadra 11
Presenté está acción como continuación de otras anteriores en las que he trabajado sobre el dolor implícito en la vida de las personas y su proceso de integración.
No cuestiono el dolor (el dolor inevitable) pues para mi el dolor es parte integrante de la vida.
El proceso de integración, el duelo que sólo se hace sin la interferencia de las normas culturales amputantes, puede ser un elemento de riqueza y superación personal, un elemento de crecimiento y renovación.
Los hombres desde que nacemos soportamos la prohibición, el condicionamiento y el entrenamiento para no llorar.
Se elimina de nuestras vidas un elemento clave para la integración del dolor, el reconocimiento de que el dolor existe y su expresión e integración a través del proceso que comienza necesariamente con las lágrimas.
Los hombres somos una pieza clave en la transmisión de la cultura de la organización social basada en la supremacía masculina y la anulación de la mujer. Esto nos hace pagar el precio de necesitar parecer fuertes y además forzarnos a creerlo y eliminar de nuestro comportamiento cualquier rasgo de debilidad sólo aceptable en lxs que no son HOMBRES.
La supremacía masculina, además de injusta y cruel para con las mujeres, lxs niñxs y para con otros seres vivos, requiere un precio a pagar que consiste en la autoamputación para desarrollar capacidades y mecanismos inherentes a la especie humana, vivir las emociones de todo orden y ser así seres humanos en plenitud.
Mi acción Llorar (por mi, ... ) recorrió el camino de un hombre imposibilitado culturalmente desde el nacimiento para integrar el dolor a medida que se produce sólo porque se le ha asignado en el momento de nacer, y asume posteriormente, un género.
Reflejó la toma de conciencia del dolor, de los mecanismos culturales de amputación (emocional, sexual, empática) y la brutalidad con que se ejerce la supremacía.
Reflejó también la ruptura personal con la cadena del abuso y el enriquecedor ejercicio de la sanadora capacidad de llorar.
Llorar
por mi para poder reír abiertamente.
por lxs demás para permitirme sentir cómo se sienten lxs otrxs.
con lxs demás para sentirme al lado y no encima de lxs otrxs.
Agradezco a la performer Analía Beltrán que me permitiera el uso de la grabación de una acción suya para complementar la mía.
Agradezco enormemente a Juan Carlos Rodríguez-Correa su imprescindible colaboración para poder llevar a cabo este trabajo, sin él no habría sido igual.
No cuestiono el dolor (el dolor inevitable) pues para mi el dolor es parte integrante de la vida.
El proceso de integración, el duelo que sólo se hace sin la interferencia de las normas culturales amputantes, puede ser un elemento de riqueza y superación personal, un elemento de crecimiento y renovación.
Los hombres desde que nacemos soportamos la prohibición, el condicionamiento y el entrenamiento para no llorar.
Se elimina de nuestras vidas un elemento clave para la integración del dolor, el reconocimiento de que el dolor existe y su expresión e integración a través del proceso que comienza necesariamente con las lágrimas.
Los hombres somos una pieza clave en la transmisión de la cultura de la organización social basada en la supremacía masculina y la anulación de la mujer. Esto nos hace pagar el precio de necesitar parecer fuertes y además forzarnos a creerlo y eliminar de nuestro comportamiento cualquier rasgo de debilidad sólo aceptable en lxs que no son HOMBRES.
La supremacía masculina, además de injusta y cruel para con las mujeres, lxs niñxs y para con otros seres vivos, requiere un precio a pagar que consiste en la autoamputación para desarrollar capacidades y mecanismos inherentes a la especie humana, vivir las emociones de todo orden y ser así seres humanos en plenitud.
Mi acción Llorar (por mi, ... ) recorrió el camino de un hombre imposibilitado culturalmente desde el nacimiento para integrar el dolor a medida que se produce sólo porque se le ha asignado en el momento de nacer, y asume posteriormente, un género.
Reflejó la toma de conciencia del dolor, de los mecanismos culturales de amputación (emocional, sexual, empática) y la brutalidad con que se ejerce la supremacía.
Reflejó también la ruptura personal con la cadena del abuso y el enriquecedor ejercicio de la sanadora capacidad de llorar.
Llorar
por mi para poder reír abiertamente.
por lxs demás para permitirme sentir cómo se sienten lxs otrxs.
con lxs demás para sentirme al lado y no encima de lxs otrxs.
Agradezco a la performer Analía Beltrán que me permitiera el uso de la grabación de una acción suya para complementar la mía.
Agradezco enormemente a Juan Carlos Rodríguez-Correa su imprescindible colaboración para poder llevar a cabo este trabajo, sin él no habría sido igual.